12.4.07


Nunca desgarré el himen de la nostalgia,
la dulce membrana de la memoria
que embellecía aquel viejo amor.
Nunca manoseé el pasado,
el volumen del único reino
capaz de vivir en sus fronteras.
Nunca arrojé besos mojados en adioses
a la garganta oscura del olvido.
Nunca abaraté en el tesoro de la vida
el oro de sus últimas turbias lágrimas.
Nunca dejé que su dolor reventase
bajo los cascos del caballo de la ira.
No me ha subido al alma el yo pecador.
Aún no me ha subido la vergüenza a la cara:
nadie puede, ni siquiera en voz baja,
denunciar las falsas confesiones de este poema.


Miren Agur Meabe, El código de la piel

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Imagen: Sandong, 1993. Marc Riboud

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